Lo Último

Aventura: Cambiando de forma.

Por Alejandro Farías.
"Hay que permitirse que sea el mundo y sus habitantes los que vayan enseñándonos a ver."
____________________________________________

“Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
y se puede sin embargo volver,
ya nunca más se pisará como antes
y poco a poco se irá pisando de este lado el otro lado”.
Séptima poesía vertical - Roberto Juarroz

     David Mazzucchelli es un dibujante norteamericano de gran trayectoria en Marvel y DC Cómics (responsable, por ejemplo, junto a Frank Miller, de obras fundamentales del género de superhéroes como “Batman: Year One” y “Daredevil, born again”) que en el punto más alto de su carrera decidió abandonar el mainstream para dedicarse a proyectos personales. 
     En 1994, junto con el escritor Paul Karasik, realizó la imprescindible adaptación a historieta de la novela “Ciudad de Cristal”, de Paul Auster. 
     En el 2009, publicó “Asterios Polyp”, su primera novela gráfica como autor integral (esto es, guión y dibujo propio) y la razón por la que usted y yo, querido lector, estamos acá y ahora, frente a frente. 
     “Asterios Polyp” es una novela ambiciosa (se dice que Mazzucchelli estuvo trabajando en ella durante diez años) pero es gracias a eso, y a la maestría con que esa ambición está plasmada, que estamos ante una verdadera obra de arte, un libro potente y revolucionario, uno de esos libros que aparecen de vez en cuando para sacudir convenciones y re-oxigenar géneros. 
     Una de las cosas que más me impactó de esta obra es el modo en que logra capturar y transmitir la fragilidad de eso que llamamos “identidad”: creemos que somos “uno” o “el mismo” a lo largo de nuestras vidas, pero obviamos el modo en que, gracias al contacto cotidiano con el “otro”, nuestro “yo” vive en constante estimulación, amenaza y cambio. 
     El deseo (de amor, de cercanía, de aprendizaje, de amistad y un largo etcétera) nos empuja a abrimos a los otros, pero esa misma apertura es la que hace que nos sintamos, a la vez, vulnerables y desconfiados: porque queremos entrar en el otro, pero tememos que ese entrar en el otro signifique la pérdida total de lo que somos. Nuestras relaciones van y vienen, trastabillando, entre el miedo y el deseo. 
     En el mundo de la arquitectura, Asterios Polyp es un reconocido teórico, un profesor memorable, un hombre de comentarios filosos, ácidos y certeros pero que nunca en su vida ha creado un sólo edificio. 
     Al comienzo del libro lo encontramos en su peor momento, acaba de cumplir cincuenta años y un incendio arrasa con su casa. El resto, es un viaje en el que se intercalarán su presente con su pasado: por un lado, asistiremos a las decisiones que Asterios va tomando luego de haber perdido su hogar; por otro lado, y a través de sucesivos flashback, nos iremos enterando de su vida de antes, su vida de dandy universitario, su casamiento, sus manías, sus obsesiones. 
     Un dato insólito: el narrador de su vida pasada es Ignazio, el hermano mellizo de Asterios que murió en el parto. Sí, es raro. Y admito que lo que yo considero una obra ambiciosa para algún otro puede resultar un tanto pretenciosa. La diferencia entre un adjetivo y otro está en que si bien las ideas son complejas y parten de premisas complicadas, Mazzucchelli tiene el talento de volverlas simples. ¿Cómo? Desplegando infinitos recursos narrativos (la voz de cada personaje está representada con una caligrafía propia, cada suceso narrado tiene un color que lo identifica y una disposición y una manera de plasmarse en la página distinta) que hacen que la historia fluya con claridad. Pocas veces encontrarán una obra que conjugue tan bien decisiones funcionales con estéticas. En este sentido, cada página del libro es una lección de las posibilidades narrativas de la historieta y un gozo para la vista. Y es gracias a esta inquietud, a esta exploración de los recursos, que Mazzucchelli consigue “mostrar” de modo perfecto las grietas en la identidad de sus protagonistas. Lo que está en el pasado de Asterios es, justamente, el haberse cruzado con una persona que, recién ahora lo entiende, lo ha obligado a dejar de vivir en el cómodo mundo de las ideas para obligarlo a enfrentarse con el mundo real; a tomar conciencia, por primera vez, de la fuerza que los otros ejercen en nuestras vidas. 
     Permítanme que tome prestadas unas palabras del escritor portugués Gonçalo Tavares para explicar en qué consiste esta fuerza
     "Al miedo lo podemos llamar: Posibilidad de perder la Forma. El cambio de la Forma es provocado por una fuerza. 
     Si la fuerza es mayor, el cambio de la Forma es mayor. Si la fuerza es menor, el cambio de la Forma es menor. 
     A la fuerza que nos cambia podemos llamarla: Otro. 
     ¿Qué es entonces el miedo? El miedo es la sensación provocada por el Otro. 
     ¿Cómo puede acabar ese miedo? Eliminando al Otro o alejándolo. 
     Pero es el Otro el que nos cambia. Sin el Otro (viento, hombres, mujeres, animales, cosas) permanezco inmóvil e igual”. 
     El poético descenso a los infiernos que hace Asterios casi al final de la novela no es más que una manera alegórica de explicar esto: estar vivo es estar en movimiento, y estar en movimiento es, ni más ni menos, que animarse a cambiar de forma. Hay que conectarse con los otros para comprender su presencia porque, a su vez, esa presencia es la que nos va a enseñar a valorar, descubrir y modelar la nuestra. 
     Para los escépticos y los derrotistas, tengo una mala noticia, en la vida moderna aún existe algo parecido a la “aventura”, pero para experimentarla hay que animarse a evitar que sea nuestra “mirada” la que codifique al mundo y a sus habitantes y hay que permitirse que sea el mundo y sus habitantes los que vayan enseñándonos a ver. 
     Orfeo tenía que evitar una sola cosa para no perder para siempre a Eurídice: no mirarla dentro del infierno, es decir, no fijarla a una imagen muerta. Pero no pudo. La necesidad de condenarla a su mirada fue demasiado fuerte.